El diario El País ha propuesto diez soluciones
para salir del colapso que sufre España, entre ellas, la reforma de la ley
electoral y la ley de partidos, crear un estatuto de la Corona y mantener
pactos en educación y sanidad. Pero para que estas propuestas no queden en
parches, mejor o peor rematados, deben estar unidas por el hilo de la reforma
constitucional.
La Constitución es la máxima legal que rige nuestra sociedad. Fue aprobada en 1978 como estandarte de la transición al régimen democrático que estaba naciendo en España tras un largo periodo de dictadura. Sin embargo, el paso de los años ha puesto de manifiesto que adolece de claras ineficacias, como el caos de reparto competencial entre Estado y autonomías. Por el momento nadie se ha atrevido a modificarla, salvo cuando lo exigió Europa con el Tratado de Maastricht, pues no ha habido ningún asunto lo suficientemente trascendental como para poner en marcha el mecanismo de la reforma constitucional. Ahora, con los principales colectivos sociales directamente afectados por una situación general que se ha ido de las manos, es el momento de atajar de raíz el problema proponiendo una reforma en la que se corrijan los errores del pasado.
La Constitución es la máxima legal que rige nuestra sociedad. Fue aprobada en 1978 como estandarte de la transición al régimen democrático que estaba naciendo en España tras un largo periodo de dictadura. Sin embargo, el paso de los años ha puesto de manifiesto que adolece de claras ineficacias, como el caos de reparto competencial entre Estado y autonomías. Por el momento nadie se ha atrevido a modificarla, salvo cuando lo exigió Europa con el Tratado de Maastricht, pues no ha habido ningún asunto lo suficientemente trascendental como para poner en marcha el mecanismo de la reforma constitucional. Ahora, con los principales colectivos sociales directamente afectados por una situación general que se ha ido de las manos, es el momento de atajar de raíz el problema proponiendo una reforma en la que se corrijan los errores del pasado.
El problema es que un cambio así tiene que ser aprobado por los dos tercios de esos parlamentarios que en gran medida han conducido a esta situación, para después disolver las Cortes, lo que no casa muy bien con su afán de perpetuarse en el poder. La reforma agravada prevista en la Constitución hace que para que la pescadilla deje de morderse la cola, los parlamentarios tengan que cumplir con su trabajo de representar los intereses que la sociedad que les ha puesto ahí le está pidiendo a gritos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario