Los medios de comunicación afirman que la política
italiana está colapsada: las elecciones han dado una mayoría ingobernable a la
centro-izquierda de Luigi Bersani al que siguen dos apolíticos, Silvio
Berlusconi y Beppe Grillo. De estos dos, el primero considera que está por
encima de la política, el segundo está en contra de ella. Sin embargo, el
futuro de la política italiana pasará de un modo u otro por sus manos. Los
recortes económicos producto de la crisis han mellado la credibilidad de los
partidos políticos y la ciudadanía busca soluciones en los, nuevos o ya
conocidos, outsiders.
El pueblo italiano ya sabe lo que es tener a
Berlusconi como primer ministro, acabó dimitiendo de su cargo presionado por la
Unión Europea y los mercados por sus constantes desmanes con las mujeres e
irregularidades de su gobierno. Ahora ha vuelto y sigue ofreciendo más de lo
mismo, pese a ello ha obtenido un buen resultado en las urnas. En el lado
opuesto ha aparecido el populista Grillo, cómico de profesión, critica la casta política actual promoviendo un
cambio en el sistema desde un movimiento social. El que el político tradicional
representado por Bersani solo haya conseguido una mayoría muy justa pone de
manifiesto que los electores no encuentran realmente a un candidato lo
suficientemente capaz como para darles su voto y buscan soluciones a la
política fuera de lo que se ha entendido por política.
No se sabe cómo se resolverá este triángulo nada amoroso,
las perspectivas no son nada halagüeñas. España deberá tomar nota de cómo
evolucionan las cosas para que no le suceda otro
tanto, su clase política no está mucho mejor.
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