miércoles, 13 de marzo de 2013

Socialismo del siglo XXI sin información

Estos días brotan por doquier las opiniones sobre la política de Chávez, tras su muerte el cinco de marzo. Llegado el momento de alabarle o criticarle, eso sí, sin ensañamiento, que dicen que lo malo se debe decir en vida y no en muerte, la balanza se decanta a este lado del océano por su detrimento. El incremento de la inflación, de la criminalidad y de la corrupción, el atropello contra los derechos humanos denunciado por Human Rights Watch y la expropiación y nacionalización a diestro y siniestro pesan más que esa relativa reducción de la pobreza que alegan quienes defienden su gestión en uno de los países potencialmente más ricos del mundo por sus yacimientos de petróleo. Lo que nadie puede negarle es que lo hizo con el apoyo de la mayoría de su pueblo, demostrado en sucesivas elecciones. El discurso arrollador de Chávez  conectaba con las clases más bajas que para su fortuna son las más numerosas.

Sin entrar a valorar si hay o no un trecho entre lo dicho y lo hecho por Chávez en sus multitudinarios discursos, toda la magnanimidad de esa revolución bolivariana deja de estar legitimada cuando no hay libertad de prensa independiente que permita la transparencia del sistema. Si no se tiene nada que ocultar debe haber espacio para la crítica, todo lo demás escama.
Si Chávez de verdad creía en el socialismo del siglo XXI debió dejar que el país que gobernaba se desarrollara en el contexto informativo que le correspondía. Ahora están a tiempo de cambiarlo, para ello el pueblo venezolano tendrá que escuchar su propia voz y no la que provenga de un micrófono.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Los políticos apolíticos

Los medios de comunicación afirman que la política italiana está colapsada: las elecciones han dado una mayoría ingobernable a la centro-izquierda de Luigi Bersani al que siguen dos apolíticos, Silvio Berlusconi y Beppe Grillo. De estos dos, el primero considera que está por encima de la política, el segundo está en contra de ella. Sin embargo, el futuro de la política italiana pasará de un modo u otro por sus manos. Los recortes económicos producto de la crisis han mellado la credibilidad de los partidos políticos y la ciudadanía busca soluciones en los, nuevos o ya conocidos, outsiders.
El pueblo italiano ya sabe lo que es tener a Berlusconi como primer ministro, acabó dimitiendo de su cargo presionado por la Unión Europea y los mercados por sus constantes desmanes con las mujeres e irregularidades de su gobierno. Ahora ha vuelto y sigue ofreciendo más de lo mismo, pese a ello ha obtenido un buen resultado en las urnas. En el lado opuesto ha aparecido el populista Grillo, cómico de profesión, critica la casta política actual promoviendo un cambio en el sistema desde un movimiento social. El que el político tradicional representado por Bersani solo haya conseguido una mayoría muy justa pone de manifiesto que los electores no encuentran realmente a un candidato lo suficientemente capaz como para darles su voto y buscan soluciones a la política fuera de lo que se ha entendido por política.
No se sabe cómo se resolverá este triángulo nada amoroso, las perspectivas no son nada halagüeñas. España deberá tomar nota de cómo evolucionan las cosas para que no le suceda otro tanto, su clase política no está mucho mejor.